Capítulo 12.

En aquel local de comida rápida, de pie en una de las mesas altas del interior y con las chaquetas de los trajes abiertos y los cuellos de las camisas abiertas, miré con el ceño fruncido a Sele. Cogí el bocadillo e intenté recordar cómo había llegado hasta ese punto. Todo me había parecido bastante rápido y no había sabido ver lo que iba a ocurrir, se notaba que no estaba acostumbrado a ese tipo de reuniones.

La blanca cara de Sele, estaba serena y tranquila, mientras masticaba con cuidado cada una de sus delgadas barritas sintéticas de su menú. Sin apartar la mirada de sus tranquilos ojos, di un gran bocado a la gruesa barra de carne de levadura rebozada y mastiqué con apetito y el ceño fruncido.

Cinco horas y media antes, la reunión comenzaba. Al principio solo era una exposición de las cantidades que se producían, pero solo cifras muy generales. Me fijé en que algunos secretarios apuntaban cosas en sus tabletas de datos, y supuse que serían de las cifras, para confirmarlas después. Pero después de la corta exposición sobre la producción llegó el turno de las quejas. Durante quince minutos estuve escuchando informes sobre picos de tensión, fallos en los conductos, escasa potencia en las minas alejadas… ya conocía todos esos problemas. Pero conforme hablaban me daba cuenta de que no tenían ni idea de lo mal que estaban las cosas de verdad. Al final resumió su exposición diciendo:

- Este último trimestre, la producción se ha visto reducida en un 2,5% con respecto al anterior. Por lo que ya llevamos un déficit de producción bruta acumulado de casi cincuenta mil millones de metros cúbicos. Casi todo por fallos energéticos en las minas, o problemas con los suministros de células energéticas. Aunque también hubo ciertos problemas con las piezas de repuesto, ese contratiempo en concreto ya se encuentra en vías de solucionarse-, añadió y se sentó tranquilamente en su sillón.

- Bien, más o menos como se esperaba, ¿no?-, dijo Sele con una media sonrisa. Todos sonrieron, excepto yo, que estaba enrojeciendo de vergüenza, al lado de Herena, que dormitaba en su asiento sin importarle nada de lo que la rodeaba. Me parecía indignante e increíble que se quedara dormida mientras arremetían contra ella de esa manera-. Bueno, pasemos de la minería a la fundición. ¿Departamento de Enlace Metalúrgico?

- Si, Consejero-, dijo una señora trajeada y con el rostro curtido y surcado de arrugas, que aparentaba unos cuarenta años-. Seré más breve que mi compañero. Básicamente, hemos trabajado por debajo de lo previsto por falta de materia prima. En dos ocasiones han fallado los trenes de transporte y nos hemos visto obligados a vaciar los almacenes, que siguen estando, casi siempre, bajo mínimos de almacenaje. En otras tres, los fallos energéticos detuvieron el proceso de fundición y como sabrán casi todos, tardamos cinco días completos en volver a ponerlos en marcha-, dijo mirando a Herena sin piedad. Bajé la mirada y anoté el dato, tendría que revisar eso también-. Por lo tanto, la producción para exportación sigue sin alcanzar la cuota y llevamos un déficit acumulado de cuatro mil millones de metros cúbicos.

Ese dato, aunque malo, me alegró. No era tanto el retraso de producción, pero aún así era enorme. Tras sentarse la responsable de metalurgia le toco el turno a transportes y resultó en más de lo mismo. Tras media hora hablando, resumí en mi fuero interno que había colapsos eléctricos en ferrocarriles y estaciones remotas por toda la luna. Curiosamente, en la ciudad no había ningún tipo de fallo, pero no creía que siguieran sin producirse así mucho tiempo.

Después le llegó el turno al departamento de alimentación, al de hidrología, al de telecomunicaciones… uno tras otro hablaron de sus departamentos y de los múltiples problemas que tenían todos. El único que había en común eran los fallos de energía, por suministro, por picos de tensión o similar. Llevábamos horas allí y habían expuesto todos los allí presentes, excepto yo.

- Y, por fin-, dijo Sele repentinamente serio-. Es el turno del Departamento de Energía.

En las dos horas que llevábamos allí, había pasado de estar avergonzado a estar furioso. A nadie parecía importarle que Herena durmiera la mona a pierna suelta. Todos se dirigían a mí y no me daban cuartel, cuando no se daban cuenta de que no podía hacer nada. Intenté que Herena despertara, pero solo conseguí que roncara audiblemente y se girara en el asiento. La vergüenza que sentía pasó a ser una intensa furia. Me levanté lentamente y, aunque temblaba ligeramente por la tensión nerviosa, intenté mostrarme tranquilo y con cuidado dejé mi tabla de datos sobre la mesa.

“Ante todo, y para empezar, quiero dejar claro que me he incorporado al cargo recientemente y, debido al… “estado”, de mi superior me hago cargo de presentar el informe al consejo-, casi todos se rieron por lo bajo de estas palabras-. Debido a un desgraciado accidente que me tuvo hasta hoy de baja, no he podido realizar una serie de inspecciones sobre el terreno, aún en contra de las “sugerencias” de mi compañero Jöel. Las he aplazado hasta mediados de esta semana, y sin duda aportarían datos de importancia para solucionar los problemas que han referido los demás departamentos-, vi como todos los asistentes me miraban con cierto asombro al pronunciar el nombre de Jöel. Pero no me retracté y tras un par de suspiros roncos de Herena, sentada a mi lado, que rompieron el silencio reinante, continué.

Han reportado numerosos fallos de suministro energético, desviaciones extremas en la potencia de salida, y picos de pérdidas de tensión muy a menudo. Las minas, la fundición y el resto de departamentos se quejan de un suministro energético insuficiente-, dije cogiendo la tabla de datos y mirándola con cuidado-, pues bien, he de anunciarles que la central trabaja a un ochenta por ciento de potencia de manera permanente, cuando según los datos sería necesaria una potencia muy inferior.”

Airado, saque el proyector del bolsillo de mi chaqueta y lo empujé con fuerza hasta el centro de la mesa. Un fulgor azulado flotó sobre la mesa y comenzó a tomar forma, flotando delante de mí Las gráficas y líneas de demanda comenzaron a perfilarse con claridad, mostrando las necesidades históricas y demás datos que había recopilado desde que había llegado.

Estaba cansado de tanto menosprecio de mi propio departamento, de tantas horas en silencio o haciendo caso omiso a mis exigencias. Estaba furioso, por los ronquidos de Herena, que cada vez sonaban más alto y, en un momento, decidí poner al departamento entero en evidencia. Era un paso arriesgado y lo sabía, ya que ya les caía mal y me arriesgaba a caerles aún peor. Además tendría que ponerme a solucionarlo en siete meses, pero pensaba que si conseguía pintar un panorama muy pesimista, podrían destinar a alguien mejor capacitado para arreglar el desaguisado.

Continué hablando y poniendo énfasis en la producción, que era lo único que había visto en persona hasta el momento. Indiqué mi impotencia en la oficina, en mi calidad de observador debido a que Herena (que dormía y roncaba, completamente ajena a mis palabras) seguía siendo la responsable. Aporté sugerencias de actuación a corto plazo y largo plazo, aunque aseguré que estaba trabajando para mejorar estas últimas. Y tras una hora hablando sin parar, me senté con cierta satisfacción, en el sillón.

Notaba mi camisa húmeda por la tensión que había pasado, y aún me temblaban de un modo apreciable, las manos. Di un sorbo de agua que había sobre la mesa y me recosté. Aún duraba el silencio que se había extendido sobre la mesa, parecían estar perplejos por lo que había dicho, y en algunos casos, casi parecían asustados. Finalmente reaccionaron y lentamente comenzaron a charlar acaloradamente entre ellos y con sus ayudantes, que también parecieron despertar y empezar a moverse. Tras un rato, Sele carraspeó y se hizo oír, aunque no sin cierta dificultad:

- Un poco de silencio, por favor… Bien, ha sido esclarecedor. Se ha arrojado luz sobre el desastroso estado de nuestro departamento energético. Estoy seguro que, aunque pensaban que la cosa se llevaba mal, no creían que fuese para tanto. ¿O me equivoco? -, preguntó a la ya silenciosa mesa.

Tras muchos comentarios, Sele llamó al orden y continuó:

- Según parece, la primera sesión solo ha servido para poner las cosas en claro. Veré lo que puedo hacer para encaminarlas. Me reuniré con ustedes por separado mañana. Se levanta la sesión.

Mientras guardaba todos los papeles que había utilizado, todos iban dándome golpes en la espalda al pasar y murmuraban cosas como, “a ver si cambias las cosas de una vez” o “por lo menos tú ves el problema”. No sabía si era a broma, pero en principio pensé que me apoyaban todos los departamentos. Herena roncó y me di cuenta de que me apoyaban todos menos el mío, y la vergüenza y la ira que había tenido durante la reunión se transformaron en una profunda desesperación. ¿Podía solucionar el marrón sin nadie de mi parte o que quisiera ayudarme? No. Sin duda no podría hacerlo solo.

- Buena exposición-, dijo Sele desde detrás de mí-. Tengo que hablar contigo, pero ya es tarde para ir al despacho. ¿Te apetece ir a comer algo mientras charlamos?

- Claro. Por supuesto, señor Uriakilis-, dije intimidado por el cargo que ostentaba-. ¿Y Herena?

- Déjala que duerma tranquila. Y te he dicho que me llamaras Sele, ¿recuerdas? Venga vamos a comer.

Me llevó a aquel local de comida rápida, en uno de los pasillos transversales que estaban cerca del acceso de servicios del Urbs. Sele seguía esperando una respuesta a la pregunta que me acababa de hacer. Y yo seguí masticando con parsimonia mi barra de “carne”.

- ¿Es legal?-, dije en cuanto tragué-. Porque muy ético no me parece.

- Puede, pero es completamente legal y entra dentro de los poderes de mi cargo, te lo garantizo-, dijo Sele seguro de sí mismo e intentando apaciguarme con ambas manos-. Además, dadas las circunstancias, está más que justificado y mi superior me respalda por completo en esta decisión.

- ¿Podría consultarlo con un jurista?-, pregunté, algo escéptico.

- Claro, llama a quien quieras, pero que quede entre tú y él. No conviene que se aireen este tipo de cosas antes de tiempo, sobre todo en un sitio tan pequeño como este-, dijo mientras se metía la ultima barrita en la boca y cogía su maletín-. Espero que tú hagas las cosas como es debido. Si aceptas llámame a mi casa antes de mañana por la mañana. Estaré esperando tu respuesta.

Y dicho esto, salió por la puerta y caminó hacia el Urbs. Tras un rato en silencio y masticando ensimismado, cogí mi chaqueta y mirando el reloj, vi que eran las 16.40, así que salí con lo que me quedaba de la barra rebozada me dirigí al despacho para recoger un par de cosas que había dejado en la oficina y necesitaba para redactar el informe.

En cuanto entré en la oficina, vi a Herena en su mesa, recostada en su silla y dando un largo trago a la botella de licor que ya estaba medio vacía. Estaba bastante cabreada y se le notaba y Jöel se aprovechaba de ello, hablándole con tranquilidad y dirigiendo sus pasos, supuse.

- ¿Os habéis reído a gusto de mí? – gritó airada y señalándome con el dedo-. Dejarme allí sola. Si no fuese por Jöel, aún seguiría allí.

- Si no te hubieses dormido a los cinco minutos de empezar la reunión, te hubieras enterado de muchas cosas-, le respondí tranquilo mientras me sentaba en mi mesa y ponía el dedo sobre el cajón, que se abrió con un susurro al entrar el aire dentro de él.

- ¿Y qué tal fue la sesión?- preguntó Jöel-. Espero que te orientaras bien con el informe. Seguro que te acosaron con lo de que no llegan a la cuota de producción. Siempre es lo mismo.

- No te preocupes, fue muy bien. Todos los departamentos estarán muy tranquilos a partir de hoy-, dije con un tono de satisfacción en la voz mientras cogía un par de carpetas con informes. ¿Había notado temor en la voz de Jöel? Decidí no decir nada sobre su informe, lleno de mentiras y datos inventados, que sin duda eran para tranquilizar al consejo-. De todas formas, creo que tenías razón. Aún me molesta la pierna-, mentí mientras me la frotaba-. Me iré a casa y redactaré el informe para el consejo, si no lo entrego para mañana me despiden… o igual no-, añadí al ver sus ojos.

- Me alegro de que haya ido bien la reunión -, dijo farfullando Herena-. ¿Pero y yo qué? ¿Cómo te has atrevido a dejarme allí sola?

- El Consejero Selenio Uriakilis me dijo que la dejara allí, señora. Y no me atreví a desafiar a un miembro del Consejo Regente-, dije con una clarísima voz de fingido lamento.

Oí como Lio se reía por lo bajo y seguía tecleando en su ordenador. Cogí todo y tras despedirme de los presentes, me marché con calma. En la recepción, ya no estaba la amable joven de pelo rosa, sino un joven con un pelo azul y largo y engominado en un complicado peinado. Mientras salía del Urbs, y me colocaba la chaqueta, me di cuenta con fastidio, que ese tono de azul era el del pelo de Miria. ¿Por qué me habría recordado ahora de ella?

Decidí caminar hasta mi apartamento, me sentaría bien hacer algo de ejercicio, pensé y además me ayudará a pensar. El aire de la ciudad era ya más frio que antes, y el tráfico aumentaba por los carriles centrales. En la tercera avenida radial, giré a la derecha y me adentré en las entrañas de la tierra. Bajando por aquel túnel cilíndrico, me fijé por primera vez, en que no había tiendas de ningún tipo y lo único que se podía ver era la larga curva que descendía en una suave pendiente. No había conductos de ningún tipo por las paredes y la lisa superficie solo se veía interrumpida, cada cincuenta metros, por una cámara hermética excavada en la pared y por las compuertas de emergencia que destacaban cada cuatrocientos metros desde el techo y los laterales de los túneles, ambas con su color amarillo fosforito y sus bandas negras.

Tras media hora andando vi, en la pared derecha el paso a mi zona de apartamentos, así que la tomé y avancé con calma por ella. Los autos pasaban de vez en cuando, muy cerca de mí, y me acercaba al lateral intentando no recordar el accidente de la cafetería. En la pequeña plaza de los apartamentos, las plantas seguían colgando de los bordes de la decoración, ahora goteando por la humedad del riego.

Saqué la tarjeta de acceso y pasé a la entada de mi bloque. Los pasillos estaban desiertos, y caminé lentamente por ellos hasta llegar a la puerta de a mi apartamento. En cuanto entré y encendí la luz, comencé a quitarme la ropa y a dejarla colocada en una de las sillas.

- Música ambiente suave, volumen bajo-, dije al control domestico-, ¿Tengo correo?

- “Tienes un mensaje nuevo y dos antiguos”-, dijo la odiosa voz de siempre.

El nuevo mensaje era mera publicidad, así que puse los mensajes antiguos y en el primero de ellos, vi como mis padres, desde el luminoso y agradable salón de su casa, me contaban las novedades de Sukia, mientras el viejo bosque de los parques del pueblo se veía al fondo, por las gigantescas ventanas. No se daban cuenta, pero me entraba nostalgia de aquel fresco aire con olor a pino y cerezas. No podía creer lo que acababa de oír, así que paré el video y la repetí desde un poco antes.

- Tenemos que contarte algo, y pensamos que te dolería menos si lo sabías por nosotros que por otros. Miria va a casarse en un par de meses-, dijo mi madre con la voz serena. Sabía que le costaba asumirlo. Le había caído bien cuando se la había presentado.

El mensaje continuaba intentando tranquilizarme, cuando quedaba claro que la que mas necesitaba tranquilidad era mi madre. Pero en el fondo no decía nada importante, ni con quien se casaba, ni cuándo ni dónde. Curiosamente en ese momento no me importaba, tenía cosas más importantes en las que pensar, como por ejemplo la sugerencia de Sele. Era cierto, se me olvidaba que tenía que consular algo, así que dejé los mensajes para luego y me puse en contacto con el primer abogado jurista que encontré en el directorio de la ciudad.

Tras más de veinte minutos de delicadas conversaciones, en las que traté desesperadamente de no entrar en detalles, pese a la confidencialidad absoluta que me garantizaba, acabé completamente convencido de que Sele decía la verdad. Estaba en su derecho de actuar así. Ahora todo dependía de mí y de mi respuesta, pero aún no estaba listo para decidir. Así que seguí mirando el mensaje de mis padres, que acabó sin mayor noticia que el de la boda de mi ex novia.

El video de Irine era más de lo mismo, solo que variaba el fondo. Una pared color crema con un enorme ventanal con vistas a uno de los enormes paneles solares de la DS7. Irine me dio algún detalle extra sobre la boda, oculto entre sus muestras de preocupación por mi reacción. Y no le faltaba razón. Se iba a casar con Brien Masil, uno de los compañeros de la planta que mejor me caían. Miria siempre había querido progresar a cualquier precio, pensé. Le chuparía la sangre a Brien como una sanguijuela, y lo desecharía en cuanto no le diera lo que le pidiera, y con un curioso alivio, me di cuenta de que me había librado de una buena.

En el reloj de la pantalla aparecía un pequeño 18.32, y me di cuenta que los mensajes habían sido el impulso que necesitaba para decidirme, así que llamé a la casa de Selenio y con un simple mensaje de audio, dejé gravado en su ordenador un corto mensaje:

- Señ… Sele, soy Tulius. He comprobado lo que me dijiste y visto que todo está en orden y es legal… acepto.

Dicho esto, grabé un pequeño mensaje para mis padres y para Irine.

“Hola papá, hola mamá, hola Irine. Acabo de ver los videos que me mandasteis por separado. Sé que he tardado bastante en contestar, pero he estado muy ocupado-, les aseguré-. En cuanto a Miria, ya la había olvidado, así que no os preocupéis por mí, aquí estoy bien y me voy adaptando, aunque poco a poco.

¿Os acordáis de todo lo que os había comentado hace unos días sobre la reunión que tenía hoy? No puedo contaros como ha ido, de momento es todo confidencial. Pero os sugiero que le echéis un vistazo de cerca durante unos cuantos días a las noticas que os lleguen desde aquí-, dije guiñando un ojo-. Y si me hacéis el favor de pasarle la noticia a Miria, os estaré agradecido. No os preocupéis, sabréis cual es e Irine estará encantada de hacerlo-, aseguré sonriendo-. En serio que espero que estéis bien, pero el trabajo se me ha acumulado con lo del accidente, así que me pondré a trabajar. Besos para todos y cuidaros mucho. Espero noticias vuestras pronto.”

No era mucho, pero era todo lo que tenía que decirles y, además no se me conocía precisamente por mis largos mensajes de video. Pero era verdad que el trabajo apretaba, aún tenía que redactar y mandar el informe trimestral, y además preparar la entrevista con Sele del día siguiente y poner al día el plan de visitas e inspección de esa semana. Por suerte había grabado la reunión de la mañana y después de transcribirlo solo sería cuestión de una hora o dos acabar un informe completo más que decente.

El trabajo se alargó y terminé poco antes de las dos. Tomé una cena bastante frugal a base de leche de levadura y unos pastelitos de hacía tres días, y me preparé para dormir. Con la luz azul tenue iluminando las paredes y el techo, desplegué la cama de la pared y con la suavidad de la gravead reducida, me dejé caer sobre la cama y con cuidado, coloqué las sabanas sobre mí y me relajé sintiendo el aire tibio de la habitación. Y aún con dudas, me quedé dormido.

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