Capítulo 10.

Me desperté mirando al techo de mi apartamento. La habitación estaba a oscuras, salvo por el tenue fulgor azulado que se proyectaba contra el techo. No acababa de acostumbrarme a dormir en una completa oscuridad, así que había tenido que dejar la luz de la habitación así para poder dormir a gusto. De reojo miré el reloj del cabecero de la cama y un 6.56 parpadeó unos momentos y se apagó. Casi era la hora de levantarme y volver al trabajo, y para colmo me habían convocado a una reunión del Consejo de Producción.

Apuré los últimos minutos en la cama y disfruté del tacto de las nuevas sábanas que me había comprado. La semana de baja laboral se había transformado en una semana de compras. Había pasado varias tardes deambulando por el Anillo de Cristal y comprando cosas para que se hiciera más soportable el apartamento.

En cuanto el despertador comenzó a pitar me levanté tan rápido que salté en el aire y aterricé varios metros al centro de la sala. Se veía que aun no me había acostumbrado del todo a la gravedad - por lo menos cuando aún estaba medio dormido -. Aún algo atontado, dije de carrerilla:

- Luces moderadas blancas, televisión en el Canal de Noticias con volumen bajo y noticias principales-, parecía mentira, pero aún no me había parado para programar mis gustos en el ordenador del piso-. ¿Tengo correo?

- “Tienes diecisiete mensajes nuevos”-, dijo la voz femenina de siempre.

Me había acabado dando cuenta de que parecía que Tumbe solo había una voz. La voz de los autos era la misma que la de las pantallas de televisión, y la misma que la de algunas tiendas automáticas y la de mi casa. Era algo que me molestaba muchísimo y no sabía muy bien por qué.

- Abre la cocina y ponlos en su pantalla auxiliar-, dije mientras me acercaba a la sección de la pared que ya se había empezado a mover y dejaba ver la pequeña cocina del apartamento.

Empecé a preparar mi desayuno habitual: té caliente y bien cargado, unas tostadas bien gruesas con aceite, mantequilla y mermelada. Mientras lo colocaba todo para que se hiciera tranquilamente, miré la pequeña pantalla de la pared y eché un vistazo a los mensajes. No había nada urgente, la mayoría eran simples anuncios de restaurantes a domicilio, tiendas varias u ofertas. Había un mensaje recordándome la reunión de hoy a las once y otros dos personales, de mis padres y de Irine, pero tras verlos por encima vi que no me contaban nada nuevo, así que los dejé para verlos en el trabajo o después, si no encontraba un hueco.

Mientras iba al pequeño cuarto de baño a darme la ducha de rigor, miré la pantalla que ocupaba casi toda la pared y, con poniendo el sonido en el baño lo bastante alto en la pequeña pantalla de la ducha, escuché las noticias matinales mientras me duchaba.

“… cuando intentaron abordarlos. La 56º flota fronteriza, encargada de la protección del Sistema Zuiribi, entre otros, emprendió su persecución inmediatamente pero únicamente consiguió la destrucción de dos de las naves atacantes -, decía el reportero, mientras aparecían imágenes de una nave espacial destrozada y de aspecto lamentable siendo rodeada por numerosas naves más pequeñas -. Este es el trigésimo segundo ataque de importancia, en lo que va de año, a los sistemas fronterizos, y el Almirantazgo Estelar está recibiendo muchas presiones para que se aumente la protección de los Sistemas Exteriores. Desde el Sistema Anath, el Almirante Devian Saul, Pivum Tercio y Responsable de la Zona Fronteriza Theta declaró ayer:

- Los comúnmente conocidos como “Piratas Espaciales”, solo son unos renegados aislacionistas que, por tradición y necesidad, arremeten contra las colonias menos protegidas en la frontera. Según nuestros informes no cuentan con otra fuente de recursos tecnológicos, que los que nos roban, por lo que la amenaza es, para la totalidad de la Federación, muy baja.

En ese aspecto, el Almirante Saul cuenta con los datos históricos a su favor, puesto que los ataques que dichos piratas emprenden contra los Sistemas Periféricos y Centrales han resultado, en todos los casos, en una derrota aplastante de los asaltantes, gracias a los sistemas de defensa de los mismos.

El Consejo de Zuribi ha elogiado, en un comunicado público tanto, la actuación de la 1ª y 2ª guarniciones de Zuribi, que defendieron los núcleos de población y los centros de producción, como la rápida aparición de la 56º flota, que hizo huir a la fuerza atacante…”

En ese momento salí de la ducha, ya limpio y aseado, y comencé a vestirme enfrente a la pantalla principal mientras miraba las imágenes de la batalla de aquel alejado planeta y pensaba, que al fin y al cabo, podía haber acabado en un sitio peor, o por lo menos más peligroso, que Tumbe. Ya con el traje gris y la camisa negra puestos, cogí la tostada que se había acabado de hacer mientras estaba en la ducha y dándole un buen mordisco, seguí mirando las noticias con un vago interés.

“… las viejas rencillas de los mineros hacen mella. En la ciudad minera de Seydlitz, en Ceti2, han vuelto a estallar violentos disturbios. La policía local de la ciudad y las Fuerzas de Seguridad Planetaria han conseguido contener y reducir, de momento, a los mineros rebeldes, que según declaraciones hechas a la prensa local, no piensan cejar en sus reclamaciones -, decía una reportera al tiempo que mostraban las imágenes de un corredor lleno de escombros con varios mineros lanzando piedras contra los policías.

El Sistema Ceti, pese a ser considerado un Sistema Periférico, se encuentra muy aislado del resto de sistemas, debido a su ubicación en el interior de una nebulosa muy densa, que impide una fácil navegación. Este hecho ha propiciado que los instigadores aislacionistas del sistema consigan tornar a su favor, el fondo de violencia que existe en el planeta, para enfatizar sus descabelladas reclamaciones.

Hace más de dos años, las mismas reclamaciones hicieron surgir una violenta rebelión de todas las minas del planeta, que se extendieron a las ciudades y que finalmente hizo necesaria la intervención del ejército, que se desplegó y sofocó la rebelión con contundencia y…”

- Apaga la televisión -, dije mientras colocaba los platos del desayuno en el pequeño lavavajillas -. Conecta el lavavajillas, cierra la cocina y empieza el programa de limpieza en cinco minutos.

Cogí mi tabla de datos personal, la tarjeta de acceso al piso y la de crédito de la mesa del lado de la entrada y me las guardé en los bolsillos del traje. Salí y cerré la puerta. Y mirando mi viejo reloj de pulsera, vi que los números digitales marcaban las 7.43. Aún me quedaba tiempo de sobra para llegar al despacho.

Cuando bajé, vi que no había ningún auto en la entrada de los apartamentos y me paré un rato pensando que hacer. Nunca me había pasado, desde que llegara a la ciudad, así que me dispuse a caminar hasta el Urbs, aunque quedaba bastante lejos para llegar a tiempo a pie. Pero una de mis vecinas apareció en por la puerta y un auto llegó para recogerla, así que me aproveché.

- Perdona. ¿Te importaría que te acompañara? -, pregunté con cierto embarazo -. Voy con un poco de prisa.

- No hay problema si me queda de camino -, dijo con calma -. ¿A dónde vas?

- Al Urbs.

Me dijo que subiera y, tras indicar nuestros destinos, el auto se puso en marcha en medio del intenso tráfico.

- ¿Hay que pedir los autos o algo? Es que como siempre que salía había uno aparcado en la entrada no me molesté en averiguar cómo llamarlos -, dije, molesto por revelar que no sabía cómo funcionaba de todo el sistema.

- Pues sí, hay que pedirlos -, dijo un poco sorprendida -. Si estás en casa se lo puedes pedir al sistema de control y si no, con llamar a la central e indicar donde lo quieres te mandan el más cercano.

El viaje no dio para muchas más conversaciones, al poco rato paraba en la entrada principal del Urbs, justo en uno de los bordes de la Cúpula, y yo me despedía de la amable vecina de la que, como me pasaba demasiado a menudo, no conseguía acordarme de cómo se llamaba.

Como siempre, al darme en la cara el aire caliente del interior del Urbs, me hizo retroceder y dudar al entrar en aquel horno. Pero cuanto traspasé las puertas, la recepcionista de pelo rosa, se levanto y me saludó amablemente con un “Buenos días, señor Muria. Hoy está muy elegante. Espero que se encuentre mejor tras su accidente”, desde detrás de la recepción de madera. Respondí amablemente pero me escabullí en cuanto pude, hacia el Departamento de Energía. Llevaba llamándome señor Muria desde tres días antes del accidente, y supuse inmediatamente que se había enterado de que iba a substituir a la vieja Herena. Odiaba que me llamaran así, me hacía sentir demasiado viejo, aunque el traje que llevaba para la reunión, me hacía sentir como uno.

La puerta del Departamento de Energía estaba, como siempre, entreabierta, y aunque había conseguido que limpiaran, ventilaran y renovaran más a menudo el aire de la oficina, el desorden seguía reinando entre todas las mesas, excepto la mía. En ella se apilaban, en varios montones uniformes, unas pilas de carpetas y discos de informes, ocultando la bandeja de entrantes y haciendo destacar la vacía de salida.

Mientras entraba en la oficina y me sentaba en la silla acolchada de mi mesa, vi a la pequeña Lio, trabajando afanosamente en su mea de la esquina, levantó la mirada y frunció el ceño un momento antes de volver inmediatamente, y sin tan siquiera parar a saludarme. No me sorprendía, desde que había llegado había sido siempre igual. No me inmuté y la saludé, intentando parecer amable, mientras me quitaba la chaqueta del traje, la colocaba en el respaldo y me sentaba a la mesa.

Encendí las pantallas de mi escritorio y, con un suspiro resignado, cogí la carpeta que había encima de la pila y comencé a leerla con poco ánimo. ¿Era poco pedir que alguien de la oficina me saludase cuando entraba? ¿Tanto ansiaban el puesto que iba a ocupar en poco más de siete meses? No sabía el porqué, pero echaba de menos la cordialidad en el trabajo. En la Planta de Sukia no me llevaba muy bien con mis compañeros de trabajo, pero aún así siempre nos saludábamos, charlábamos sin problemas en los pasillos, y hasta de vez en cuando, salíamos a beber después del trabajo.

- Buenos días, Duran -, escuché de pronto -. ¿Ya has hecho las paces con tu mujer?

- Buenas -, respondió de mal humor. Su tono y las profundas ojeras que destacaban en su moreno y arrugado rostro, eran toda una respuesta. Y el corto y grasiento pelo rubio platino era otra pista en ese sentido.

Cuando alcé la vista para mirar a Duran al entrar, vi las cifras y estadísticas de la Planta Nuclear, de la que él era responsable directo. Seguía casi al ochenta por ciento de potencia, y tragando hidrógeno y helio-3 sin parar. Tendría que comentárselo a los economistas del Consejo.

- Buenos días -, dije con un tono serio -. ¿No te había dicho que planta no tenía que funcionar a tanta potencia? A este ritmo las reservas de helio se van a acabar en nada.

- Helena ordenó la potencia actual, y yo la respaldé, “jefe”-, dijo claramente enfadado y haciendo ver que se contenía para no gritar. El tono con el que dijo “jefe”, como les había dado en llamarme, era un perfecto ejemplo del desprecio que me profesaban -. Esta semana hubo picos importantes de demanda.

- De todas formas ahora, no hay ningún pico y no lo ha habido desde hace dos días -, dije revisando las graficas archivadas -. Además la potencia se puede ajustar en menos de cinco minutos para plena potencia, si fuese necesario -, dije aparentando tranquilidad y sentado detrás del escritorio. Duran me miró con desprecio, pero antes que dijese nada añadí -. Pero si Herena dice que tiene que tener esa potencia, pues hazlo así. Ella es la responsable, de momento.

Eso pareció bastar por el momento, así que seguí leyendo los informes y comparándolos con las cifras del ordenador. Eran las ocho y media, y solo éramos tres en la oficina. Si las cosas seguían como hacía dos semanas, Herena llegaría a las once, justo a tiempo para la reunión, o lo mismo hacía como los otros dos y despacharían todo desde sus casas o cualquier otro lado. Si lo hacían.

Mientras seguía revisando los números y datos de la producción energética y me topaba con montones de incongruencias y fallos monumentales, que iba anotando y señalando en un archivo aparte. Se me ocurrió pensar que esa si era manera de trabajar. Sabía, que mucha gente tenía buenos resultados desde sus casas, pero yo no era capaz de hacer algo semejante. Necesitaba estar en una oficina, rodeado de gente, y de ambiente de trabajo. Pero en esta oficina, todos pasaban por encima de mí, como si no existiera. Herena no me desautorizaba, pero tampoco hacía nada para refrendarme en el cargo como su futuro sucesor. De hecho, todos parecían hacer lo que Jöel decía o sugería y, era de hecho, quien verdaderamente dirigía el departamento a base de inocentes sugerencias e indicaciones en los pasillos.

Las dos horas siguientes pasaron con tranquilidad, en mi mesa del despacho sonaban las noticias, que como siempre también tenía en un pequeño recuadro de la pantalla secundaria al que apenas si miraba. También podía ver como Duran movía lentamente la cabeza mientras trabajaba, debía tener música suave o algo parecido. Lio, sin embargo la agitaba a mucha más velocidad y con una mueca de satisfacción, seguramente escucharía algo más fuerte, y me alegraba que los altavoces concentraran el sonido solo en su mesa.

Cuando dieron las 10.30, cogí mi tabla de datos con la placa de memoria para la reunión del Consejo, y mientras me ponía la chaqueta, salí diciendo:

- Me marcho a la reunión. Si Herena llega, recordadle que es a las once en la sala de conferencias del consejo.

Tanto Lio como Duran me miraron y asintieron, ausentes. Meneando la cabeza, cerré la puerta y caminé por los, bastante transitados, pasillos interiores del Urbs. Las oficinas abiertas estaban muy animadas y llenas de administrativos que solo se dedicaban al papeleo. Las oficinas de los departamentos técnicos estaban cerrados y en la periferia. Los burócratas se movían con agilidad entre las mesas abiertas y charlaban animadamente a la vez que escribían o leían en sus pantallas.

Cuando llegué al ascensor, entré y la casi omnipresente voz dijo:

- “Indique planta o departamento de destino”

- Sala de Conferencias del Consejo -, dije de mal humor. Aunque me había resultado agradable al principio, escuchar esa voz en todas partes hacía que, cada vez más, me pareciera irritante. El ascensor se puso en marcha y tras un corto viaje se oyó.

- “Sexta planta.”

Al abrirse las puertas, vi una pared de madera labrada que se alargaba por todo el silencioso pasillo. Salí del ascensor y seguí uno de los indicadores transparentes que flotaba enfrente de los ascensores. Tras un rato encontré la sala que buscaba con la puerta abierta, así que no me lo pensé y entré.

Solo estaba un secretario de pelo negro, preparando los papeles para la reunión. Sin duda era mayor que yo, pero no aparentaba más de treinta, me fijé mientras entraba. Tosí levente y pregunté:

- ¿Es aquí la reunión del Consejo de Producción?

- Sí, pero es a las once -, dijo mirando su reloj -. Eres el nuevo de Energía, ¿no?

- Sí, soy yo -, dije con cierto embarazo -. Además es la primera reunión a la que asisto. En fin soy…

- Tulius Muria -, me interrumpió rápidamente -. Me llamo Selenio Uriakilis, pero puedes llamarme Sele -, añadió con una sonrisa mientras me estrechaba la mano.

- Perdona si después no recuerdo tu nombre, soy muy malo con ellos y me cuesta bastante recordarlos -, dije a modo de disculpa anticipada -. ¿Cuál es mi sitio?

- Allí -, dijo señalando una silla en un lateral de la mesa mientras siguió colocando las carpetas -. ¿Traes mucho material preparado? ¿Qué me puedo esperar?

- La verdad es que traigo bastantes cosas. Hay un montón de cosas que los jefes tienen que saber. Entre nosotros, los sistemas de esta luna, aunque están bien diseñados, se controlan de pena -, dije en voz baja. No sabía por qué, pero me caía muy bien y rápidamente hubo un ambiente de mutua confianza. Tal vez porque llevaba demasiado enfrentándome a la hostilidad en el trabajo o porque me sentía solo, pero me dije que sería mejor cerrar la boca por el momento, así que añadí -. Aunque no sé si solo será mi punto de vista.

- No te preocupes, seguro que si dices eso y tienes pruebas le vas a encantar a los “jefes”-, dijo riendo, y por lo bajo añadió -. No tragan a tu departamento, y menos a Herena. Siempre han dicho que es un desastre, aunque si te preguntan, yo no he dicho eso. Tengo que marcharme a preparar el resto de la reunión-, dijo colocando las últimas carpetas enfrente a la última silla -. Nos veremos luego.

- Hasta luego -, me despedí.

Me senté en la silla que me correspondía y volví a mirar lo que había preparado. Estaba tan tenso como en las exposiciones ante el tribunal de la Facultad. Había visto en las noticias algunas reuniones del Consejo de Producción de Danu3, y eran duros combates verbales entre los responsables de los distintos departamentos. Y aunque al final siempre tenía la última palabra el Regente del Consejo, por lo que había visto, intentaba insistentemente en que se decidiera por mayoría (lo cual no era posible en algunas ocasiones).

Antes de darme cuenta, ya eran las 10.55 y el primer grupo de asistentes entró charlando animadamente. En cuanto me vieron sentado y leyendo la tabla de datos que tenía sobre la mesa, se callaron. Me di cuenta de su llegada y a la vez que me levantaba y colocaba la chaqueta los saludé, intentando parecer sereno y tranquilo, pese a no estarlo en absoluto. Ellos hicieron lo propio, aunque un poco más callados que cuando entraron, y avanzaron hasta sus respectivas sillas.

Volví a sentarme y continué repasando las dos presentaciones que había montado apresuradamente esa mañana, una bastante larga con todos los pormenores y números y otra condensada y no tan pesimista, a la que podía pasar en el punto correcto en un par de segundos apretando un botón. El resto de los asistentes continuó entrando en parejas o en grupos, hasta que el reloj de la pared marcó las 11.00 y, para mi sorpresa, Herena entró en la sala con Jöel justo detrás, caminando con arrogancia y seguridad.

Herena se sentó en su sitio, a mi izquierda, y con un suspiro de resignación y cerrando sus ojos enrojecidos, sacó una petaca de la cartera y le dio un largo trago. Jöel se acercó por detrás de mi asiento y apoyando la mano en el asiento me dijo con calma.

- No es necesario que soportes la reunión en tu estado, seguro que aún te duele la pierna. No te preocupes, ya nos encargamos Herena y yo-, dijo con un tono de preocupación en la voz.

Me giré lentamente y le miré directamente a sus ojos azul marino, que parecían la viva imagine de la inocencia. Pero no podía creer que dijese algo así, prácticamente me estaba echando de la reunión antes de que empezara. Sostuve su mirada un rato y lentamente volví a sentarme mirando al resto de la mesa, que estaban mirándome con curiosidad.

- No os preocupéis tanto por mí. Tengo la pierna perfectamente, y antes de que digas nada, el brazo también-, le dije por encima del hombro mientras miraba con seriedad al resto de asistentes-. Soy más resistente y tenaz de lo que pensabas, ¿no?

- Me alegro de oír que ya estás mejor. Pero Herena y yo hemos preparado las presentaciones y los informes para el consejo-, comentó con la voz un poco más preocupada. Y señalando las carpetas de encima de la mesa, añadió-. Además ya lo han repartido y no queremos que te preocupes.

- ¿Toda la semana preparándolo? Vaya, eso ha sido mucho trabajo-, dije aparentando asombro, mientras seguía escrutando las miradas de los responsables del resto de los departamentos-. Pero no hacía falta que os preocupaseis tanto. En cuanto llegue por la mañana a la oficina comencé a repasarlo todo y a preparar el consejo, fue un poco justo, pero sin duda hubo suficiente tiempo.

- Pero seguro que no has tenido tiempo para redactar un informe…

- Si, no lo he redactado-, le interrumpí con severidad, pero sin mirarlo-. Haré un informe oral al consejo y les remitiré una copia esta misma noche, para que puedan utilizar mañana en sus departamentos.

Miré a Herena de reojo y vi como se hundía cada vez más en el asiento quedándose dormida, y haciendo caso omiso de todo lo que la rodeaba. Sin duda en ese estado, Jöel podría hacer lo que quisiera. Tenía la sensación de que llevaba haciendo eso durante años y así podía dirigir de hecho el departamento. Me di cuenta de que se había acercado al asiento de Herena y sin darme tiempo a reaccionar le sugirió.

- ¿Estás cansada? Por qué no vas a dormir un rato, ya nos encargamos Tulius y yo de la reunión.

- Es muy resistente, y esto no es nada, la he visto trabajar así, o incluso peor-, le dije mirándolo a Jöel a la cara. Pude oír unas cuantas risas por la mesa-. Estate tranquilo, que estará perfectamente. Y si pasa algo, ya me encargo yo de ayudarle con la reunión. Ah, y déjame tus notas que les echaré un vistazo.

No supo que responder ni cómo reaccionar, y dejándome las notas encima de la mesa se giró y dirigió un poco apesadumbrado a la puerta. En cuanto la cruzó, dos personas vestidas con trajes negros, entraron en la sala. Ambos lucían unas pequeñas insignias plateadas en el pecho del traje, eran parecidas a las que el resto de nosotros llevábamos, aunque de forma diferente. Las suyas eran un círculo perfecto, las nuestras tenían forma de dos líneas horizontales, onduladas y paralelas o bien la de un cuadrado perfecto, como era mi caso. Cuando se sentaron, cada uno en su sitio no pude evitar sentirme sorprendido:

- Lamento el retraso. Veo que por una vez estamos todos-, y hubo un coro de risas entre el resto de la mesa-, así que podemos comenzar. Pero antes, les presento a Tulius Muria, Tellus Sextus y Encargado de Producción Energética, que se hará cargo del Departamento de Energía.

Y sin darme tiempo ni a recuperarme ni a presentarme, Selenio Uriakilis, Regis Quinto y miembro del Consejo Regente de Tumbe se puso en pie, indicando que tenía la palabra, y dijo con voz clara y firme:

- Doy por comenzada la primera sesión del trimestre del Consejo de Producción de la Colonia Minera de Danu6E. Tiene la palabra el Departamento de Enlace Minero.

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